domingo, 14 de mayo de 2017

III, 55. Manual para tertulianos avezados (1)

Diez años antes de morir mientras echaba la tarde bombardeando Gibraltar, el coronel José Cadalso (1741-1782), artillero, libertino y progresista, publicó bajo seudónimo Los eruditos a la violeta, o Curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones para los siete días de la semana. Compuesto por don Joseph Vázquez, quien lo publica en obsequio de los que pretenden saber mucho, estudiando poco (Madrid, Antonio de Sancha, 1772). Pretendía el libelo «reducir a un sistema de siete días toda la erudición moderna», para consumo de «un número asombroso de profundísimos doctores de veinte y cinco a treinta años de edad» (p. 5). A tales pseudoeruditos —«(si se me permite esta voz)», dicta la «Advertencia»—, cuyo «exterior de sabios puede alucinar a los que no saben lo arduo que es poseer una ciencia», enderezó Cadalso «este papel irónico, con el fin de que los ignorantes no los confundan con los verdaderos sabios». Uno va leyendo el panfleto y representándose a los tertulianos de los medios —o mediotertulianos— y a tantos tuiteros vacuos.
Incorporado a mediados del XVIII, sobre poco más o menos, el todoquisque a la Historia, el presente de Cadalso ya veía salvaje el pasado: «Antiguamente no hablaban de esta facultad [el Derecho], sino aquellos a quienes competía […]. ¡Pero tiempos bárbaros serían aquellos en que no hablase cada uno más que lo que le toca!» (p. 36). Así que en «Lunes. Oración con que se da principio al curso y primera lección […]» (pp. 5-8), fija el autor su target de sabios a la violeta: «tanto erudito barbilampiño, peinado, empolvado, adonizado y lleno de aguas olorosas de lavanda, sanspareille, ámbar, jazmín, bergamota y violeta, de cuya última voz toma su nombre mi escuela».
Las lecciones diarias ofrecen variopintos consejos que inciden en la superficialidad que mantendrá quien opine de todo sin conocimiento, siempre con enviable aplomo. En «Martes. Segunda lección. Poética y Retórica» (pp. 9-25) se aprende que «con pronunciar, como Dios os dé a entender, el nombre del insigne Shakespeare, nadie dudará de vuestro voto y su autoridad en materias del teatro inglés»; a decir de los autores españoles «que han tenido cosas buenas y malas otras tantas (verdad incontrastable que conviene a la mayor parte de los hijos de Adán)»; a encajar «a secas y sin llover, la familia, patria, fortuna y vida del Mantuano» y a citar las «obras (digo por el título)» de Lucano, que por cierto es como siguen algunos explicando la literatura: ya se sabe que «en todos tiempos ha habido muchos sabios de teórica y pocos de práctica».
Con parecido jaez continúan «Miércoles. Tercera lección. Filosofía antigua y moderna» (pp. 26-36) y «Jueves. Cuarta lección. Derecho natural y de las gentes» (pp. 36-41), que recomienda no ahondar en «cuestión alguna del Derecho público, porque son todas peligrosas; y así, dejando el tronco, subíos por esas ramas, suscitando cuestiones en que no podáis cometer absurdos de larga cola; preguntad si el equipaje del cocinero de un embajador debe ceder el paso al del mayordomo de un enviado». En «Viernes. Quinta lección. Teología» (pp. 41-48) se lee: «No sé por que se ha escrito tanto sobre la Teología. Esta facultad trata de Dios. Dios es incomprehensible. Ergo es inútil la Teología. Este silogismo se aprenderá de memoria y se repetirá con sumo desprecio hacia los teólogos». Por su parte, «Sábado. Sexta lección. Matemática» (pp. 48-56) avisa de «los tomazos en folio que hay escritos» sobre cada una de sus ramas, de modo que, antes

de emprender este estudio, renegaríais del padre que os engendró, de la madre que os parió, de la ama que os crió y de la primera camisa que os pusisteis. ¿Pues qué de otra cosa que llaman Álgebra, y es una algarabía de Luzbel, con crucecitas y rayitas dobles y sencillas, y aspas y letras y números y puntos? Despreciad este estudio. La gente que lo sigue […] parece que andan tras alguna tapada en Cádiz […]. La incógnita por aquí, la incógnita por allí. Ello será muy bueno; pero yo no lo entiendo, ni quiero entenderlo, ni que vosotros lo entendáis, porque dicen que pide mucha aplicación, constancia y método, tres cosas tan enemigas de vuestras almas, como mundo, demonio y carne.

Por fin, «Domingo. Séptima lección. Miscelánea» (pp. 56-68) trae leves apuntes sobre historia, música, crítica literaria («la policía de la república literaria. Es la que inspecciona lo bueno y lo malo que se introduce en su dominio») y viajes, a propósito de lo cual engarza unas ficticias «Instrucciones. Dadas por un padre anciano a su hijo que va a emprender sus viajes» (pp. 63-65), sin duda útiles para los Erasmus:

En Londres se te ofrece mucho que estudiar. Aquel gobierno compuesto de muchos; aquel tesón en su Marina y comercio […] y otra infinidad de renglones de igual importancia ocuparán dignamente el precioso tiempo que sin estos estudios desperdiciarías de un modo lastimoso en la crápula y libertinaje (palabras que no conocieron mis abuelos y celebraré que ignoren tus nietos).

En cuanto a las «lenguas vivas», ese actual «renglón muy importante de la educación y erudición»,

no toméis este estudio de veras, porque esto de aplicarse a la francesa, inglesa, italiana y alemana pide cuatro vidas […]. Basta que sepáis del francés lo preciso para leer algunos libritos que no parecen sino de azúcar, mazapán y caramelo. Del italiano lo suficiente para entender las arias que cante alguna dama. Del inglés decid que es lengua de pájaros; que tiene pocas reglas; que suelen poner la señal del genitivo, dativo y ablativo al fin de la oración; que en sus poesías parten sus palabras por medio cuando lo necesitan, como el albañil parte su ladrillo para embutirlo en la pared. Del alemán decid que es lengua muy áspera, pero alabad su antigüedad. Si decís que de vuestra lengua todas las palabras que empiezan con ‘al-’, como alcahuete, alcaide, alcuza, alameda y otras, son arábigas, os tendrán por intérprete general y tendréis los votos todos, nullo discrepante, para archiveros de la torre de Babel.

Quien estudie bien superficialmente este librillo de Caldalso, ya digo, se convertirá, en apenas una semana, en tertuliano de provecho. Pero si alguien pretendiera abordarlo en apenas diez minutos, lo pildorizaré.
En el siguiente post.


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