martes, 5 de febrero de 2013

V, 12. Panel de expertos

Les podría largar un cuento, pero no busco votos. Señalarles, por ejemplo, que me he levantado nostradamus. No: me daría la risa racionalista, que, si bien se contagia demasiado poco, me impediría seguir. Les contaré la verdad. No solo no estoy en modo profético, sino que me hallaba en modo recordatorio. Aunque ahora que, tras poner el último punto, me he detenido, advierto que son lo mismo. Es lo que voy sosteniendo en estas Literaventuras.
A lo que iba. Estaba rompiendo viejos papeles, quiero decir, borrando archivos —los muy llamativamente inútiles— depositados en lo más recóndito del baúl del ordenador, cuando agarro, cojo y me encuentro con uno que ni recordábamos el sistema operativo y mi inoperativa memoria: «Cultura y ocio: perspectivas para el siglo XXI».
Según la apostilla que lo encabeza, lo preparé para un panel de expertos. O para un panal de rica miel, no sé. Veo por la susodicha nota que, allá por 1998, me convocaron de cierta revista para tratar de ese asunto que digo que dice el título de la papela. Se debieron de suponer que el conclavillo de expertos, con las reconocidas dotes de videntes que suelen adjudicarse, les iba a descubrir el velado y vedado mundo del futuro. O quizá planearon los avisados editores que la junta de linces de larga vista les serviría para rellenar cuatro páginas con otro reportaje de colorines, fotos y frases destacadas, en cuerpo mayor, dentro de realzados recuadros. Las máquinas de imprimir, que no pueden parar. Y los oropeles del panel. De expertos.
Se nota que por aquel entonces improvisaba menos que ahora. Asunto de tablas, teatrales o tal vez de salvación de náufragos. Me lo figuro porque constato que para el evento preparé cuatro folios, si no de sesudas reflexiones, quizá de flexiones nominales. Lo que viene siendo echar la tarde. Vagamente quiero recordar que no llegué a leer una línea. Debía de llevar fresca la argumentación. Excepto por las fotos —que es que ni con sostenido entrenamiento en bodas, bautizos y divorcios he aprendido a posar—, aquello salió adelante. Ya lo saben: ninguna improvisación resulta mejor que la preparada.
Volvamos a los cuatro folios. A ver cómo resulta, consumida algo más de una décima parte del entonces famoso siglo XXI, la experta o arriesgada profecía de 1998. Revisaré hoy su inicio. El resto, en próximos posts.
El primer párrafo, según mandan los cánones de las limpias exposiciones, era preambular. Por la cosa de situar:

Toda perspectiva implica un punto de vista, por definición —la de punto— reducido. Desde ahí, la perspectiva pretende ir abriéndose hasta abarcar un panorama que será más nítido cuanto más próximo, y más difuso cuanto más alejado, o marginal, se sitúe del humilde punto inicial el objeto entrevisto. Límites y lejanía son las referencias para marcar la distancia entre visión e invención. Ocurre con cualquier perspectiva, en esta ocasión la que trata de enfocar el ocio y la cultura en el ya cercano siglo XXI: que se ve lo que se ve, pero también lo que se quiere, sueña o imagina. Todo panorama resulta ser el fruto de una dialéctica entre visión y previsión; todo augurio camina, pues, por la delgada frontera que apenas separa la predicción de la apuesta.

Tras la sesuda parrafada, metido ya en harina —del costal que fuera—, comencé con la tarea visionaria:

Dado que Microsoft está hoy fichando a cerebros universitarios para que desarrollen el prometedor mercado de los juegos de ordenador, lo más probable es que la cultura del siglo XXI resulte en buena medida otro juego, como hoy lo son el de la Bolsa y el de la estrategia de las llamadas guerras inteligentes, en las que al parecer no se libran batallas sangrientas.

Tendría que haber añadido que, por tanto, la cultura del XXI volvería a ser resistente a la épica. Por ahí se vería también su origen decimonónico o pequeñoburgués. Tendría que haberlo añadido, pero se me acaba de ocurrir ahora.
Es que toda profecía que se precie se asienta en una lectura reposada.

2 comentarios:

  1. Entretenido en mi perezoso ocio, una nueva propuesta me lleva a que mi difusa memoria recuerde desordenadas lecturas de antaño y hogaño. De tus provocaciones salen mis evocaciones.
    En el capítulo XIV de la cuarta parte de " La silva de varia lección", Mexía nos cuenta cómo el filósofo Faborinto probaba con ingenio que no es conveniente preguntar a los astrólogos las cosas de "por venir"
    y, más tarde, su continuador/innovador Montaigne nos muestra en su ensayo undécimo del Libro I la inutilidad de los pronósticos con, entre otras, la siguiente cita de Cicerón: "Conocer el futuro carece de utilidad. Es miserable angustiarse sin provecho alguno".
    Aunque se quiera disfrazar bajo sesudas ponencias, no conviene jugar a ser adivinos de lo que pasará, pasa o pasó. Soy de los que piensa que es preferible seguir el devenir y no buscar el porvenir.

    Un abrazo y saludos.

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  2. Razón que os sobra a Cicerón, Mexía, Montaigne y tú. A alguno más, que será convocado en la continuación de este post. En cuanto a "De tus provocaciones salen mis evocaciones", agradezco la excelente formulación y el haber sabido ver lo que de provocación va viajando por estos apuntillos.

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