jueves, 15 de marzo de 2012

VI, 7. El laboratorio de la censura

«Una de las inesperadas consecuencias que ha tenido para la literatura su más formidable conquista, la libertad, es haberla vuelto frecuentemente inocua, y al escritor, frecuentemente, un frívolo» (Mario Vargas Llosa, «Acomodos en el cielo», El País, 13-1-1991). ¿Recuerdan, en efecto, cómo ciertos escritores decían, durante la transición española, que «contra Franco escribíamos mejor»? ¿Sí? ¿Los recuerdan? Dejemos por ahora la literatura social, sintagma a fin de cuentas redundante, para decir dos palabras siquiera sobre la censura, el laboratorio que pone a prueba la influencia social de los textos literarios.
Cuando un libro de ficción con su aquel de éxito cae en manos de los clérigos, esos señores enclaustrados en el axioma de que todo lo que está escrito va a misa, pasa lo que pasa. Y pasa que a la Iglesia ortodoxa rusa le encantaría prohibir Cien años de soledad, pues ciertas mentes castas o calenturientas lo han interpretado como inductor —sí, no es broma— de la pedofilia (El Espectador, 28-9-2011). También el Vaticano le ha dado sus vueltas teológicas a Harry Potter, y no por tostón, sino por sus «seducciones sutiles» (Ratzinger dixit); qué demonios: por pagano y satánico. En este mundo fragmentado en que las noticias se entrelazan e inventan unas a otras, acabo de mencionar un artículo sobre Salman Rushdie, condenado para siempre porque en una mezquita alguien intuyó que un pasaje de Los versos satánicos iba a influir más sobre millones de personas que las oraciones de Jomeini. Concluía Vargas Llosa: «Las palabras importan e influyen en la vida». Y de qué manera. Para algunas religiones, incluso, la Palabra dio origen al mundo: al Libro de la Naturaleza. La vida, pues, en verbo.
Volvamos, a cuento de la incivil y mundial intolerancia, al funcionario argentino que se enfrentaba en su juzgado a la fantasmagórica tragedia de tantos casos de desaparecidos. Seguro que sabía que iba repitiendo lo que García Márquez había dejado dicho en Crónica de una muerte anunciada: que el juez del caso Naser se dedicaba a bosquejar «anotaciones líricas» al margen del sumario que instruía, desconcertado como estaba ante tanta fatalidad y casualidad.

2 comentarios:

  1. http://rick-casablanca.blogspot.com/2012/03/raiz-de-la-censura.html

    Un abrazo

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  2. Bueno, muchas gracias. Uno sólo intenta hacer lo mejor posible su trabajo cada día. Ayuda, no lo negaré, que te entusiasme. Un abrazo.

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